lunes, marzo 21, 2011

LA CONSTRUCCIÓN SOCIAL DE LA REALIDAD AMBIENTAL


Compartir

Por: Jorge Silva, sociólogo.
Desde hace ya algún tiempo, traigo el hábito de comenzar cada asignatura de Sociología que imparto con una breve charla sobre el origen de la realidad. Qué es la realidad, pregunto cada vez que me enfrento a los rostros de estupefacción de alumno/as poco familiarizados con la pregunta, quienes poseen el hábito de responder que la realidad es aquello que existe, que es posible apreciar a través de los sentidos. Esta respuesta, que no es del todo errada, contiene sin embargo el germen de un racionalismo confuso y confundible con la realidad misma.

Me temo que si pregunto por el efecto beneficioso o no de la instalación de plantas termoeléctricas las respuestas estarán emparentadas con aquello que existe, o sea, aquello que es posible apreciar a través de lo que se puede oír, ver, sentir, oler o palpar. Hoy por hoy, lo que mayoritariamente oímos o vemos son los discursos interesados sobre las termoeléctricas. Que para ser realmente desarrollados debemos generar una cantidad de energía acorde con nuestros sueños de desarrollo, que el país necesita más energía y de bajo costo, que las energías renovables del tipo no contaminante son una quimera hippie, que los apostatas de la energía nuclear son unos histéricos a propósito de lo de Japón y que debemos conversar el tema en serio, etc.

De tanto en tanto, aparecen frases como estas que conforman lo que conocemos como discurso, un discurso sobre la necesidad energética. Y es absolutamente necesario, legítimo y plausible que en una sociedad libre exista espacio para variados discursos sobre la realidad, pero no parece tan plausible sin embargo que exista uno en particular con la capacidad de imponerse sobre los restantes, sin que las alternativas tengan siquiera oportunidad de ver la luz pública. Es por ello que no se me hace raro pensar que la verdad sobre la instalación de una nueva planta termoeléctrica en Iquique, es una verdad discursivamente construida, a medida de los interesados en este discurso.

Hace ya varias décadas Bourdieu advertía acerca del peligro que entraña el que las palabras terminen por convertirse en aquello que describen, y ese peligro hoy se ha hecho discursivamente real en nuestra región. La realidad sobre este tipo de plantas nada tiene que ver con sus efectos para la salud del ambiente y la humana, sino más bien con el poder para pagar por la elaboración de discursos favorables, que nos señalen cuál es la realidad, pero una que le conviene no sólo a los interesados directos, sino a sus potenciales acreedores académicos, quienes no tienen pudor en poner al servicio de estos intereses argumentos seudo científicos para levantar una verdad que tranquilice a un pueblo que poco o nada realiza discursivamente, con la clara excepción de un sujeto ambientalmente consciente de la discursividad distorsionada de los poderosos.

Es así como conocidos científicos a nivel nacional, como el Doctor Enrique Paris, han aparecido inusitadamente como albañiles de discursos para científicos en defensa de fuentes contaminantes de energía, con poca evidencia empírica al respecto, pues nunca fueron publicadas sus conclusiones de manera de observar la supuesta objetividad de sus métodos, que son hasta la hora desconocidos.

Pero, para no ser menos, también los académicos de la Universidad Arturo Prat se han puesto al servicio del dinero en papel carbón, en circunstancias que según se cuenta no se puede servir a dos señores: la ciencia y el dinero. Ello porque tal parece, su hábito ha tenido que ver más bien con el segundo de estos señores. Así lo revela el último acuerdo firmado por el rector de la Universidad Arturo Prat con Termoeléctrica Pacífico, o las opiniones vertidas por el académico Walter Sielfeld, quien en la actualidad posee un cargo directivo en el área de la investigación en dicha Universidad, pero que también es parte de un grupo de 16 académicos jornada completa de una carrera que matricula no más de 5 o 6 alumnos anualmente. Académicos como el nombrado, poseen por hábito además, con el amplio tiempo ocioso que les resta, dedicar sus esfuerzos a la consultoría y estudios pagados por el mundo privado, recibiendo por tanto el salario público y los honorarios privados al mismo tiempo.

Por eso no ha de extrañar el discurso de Siefeld, que más que una opinión académica inserta en un medio de circulación local, tiene más bien el aspecto de un aviso clasificado, dirigido a los dueños del proyecto termoeléctrica pacífico, ofreciendo sus servicios para legitimar una realidad que mucho tiene de discursiva pero poco de verdad.

Otra cosa es con guitarra en el canto medioambiental, pues desde otra discursividad, es posible apreciar cómo nuestro país fue el que más aumentó sus emisiones de dióxido de carbono entre 2008 y 2009, de acuerdo con un informe publicado por la Administración de Información de Energía, en el cual se consigna que Chile produjo la no despreciable suma de 118,91 mil toneladas, aumentando en 74% su producción con respecto al año anterior. Todo un record.

Este es claramente otro discurso, basado en datos que omiten mencionar académicos que utilizan la Universidad Pública para sus negocios privados, tal vez porque no los consideren importantes, o porque son parte de un mal menor como lo señaló Siefeld al diario 21 el 16 de marzo pasado. La verdad es que este sólo dato me parece mucho más relevante que el chantaje del ilustre académico, cuando plantea que o es la termoeléctrica o bien restringir la capacidad energética. Más ético me parece otro discurso, uno que plantee por ejemplo: Energía limpia o las empresas mineras deberán detener su producción. Pero la verdad, parece no haber quien pague la elaboración de estos discursos ni su reproducción en los medios de comunicación, ni menos su asunción por parte de las autoridades políticas.

Entonces, si los discursos a favor de una nueva termoeléctrica en Iquique, (que al igual que la que se ubica en Patache, utiliza el agua del mar para enfriar sus sistemas de producción y la devuelve a mayor temperatura al medio marino, alterando su ecosistema, con los riesgos para la salud que ello implica, además de la contaminación para los habitantes del borde costero nueva y casualmente los más pobres), poseen tanto sustento en la realidad como señalan sus apologistas, por qué ocurren cosas tan extrañas como la aparición oportunista del mundo académico poniéndose al servicio de los dueños del dinero, o bien el reingreso por parte del gobierno del proyecto termoeléctrica pacífico, que había sido rechazado el 2009, o el extraño retiro por parte del MINVU del plan regulador intercomunal que él mismo había ingresado cuatro días antes (sin consulta ni participación ciudadana de por medio), entre otras rarezas.

Este discurso escrito sobre la inconveniencia de una termoeléctrica no lo paga nadie, los otros al menos son muy susceptibles de ser pagados por lo intereses apropiados, en especial si dichos discursos incluyen el traspaso o reproducción a alumnos que se forman en una universidad pública que se supone contenedora de una pluralidad de discursos. Este discurso no sólo accede a la realidad por la vista y el oído, también por el tacto, el sabor y el olfato y aquí, definitivamente algo huele mal. Ahora, juzgue usted, cuál de los dos podrá estar más cerca del conocimiento desprovisto de mezquinos intereses.

No hay comentarios.: