Muy queridos hermanos y hermanas:
Aquí en
esta hermosa Iglesia Catedral, la comunidad creyente de Iquique se ha reunido
para orar. Es el Señor que nos ha convocado para hacernos sentir su amor, su
cercanía, que nunca abandona a su pueblo: “…puede una madre olvidarse del hijo
de sus entrañas, pues aunque eso llegara a suceder ten presente que yo no me olvidaré de ti” dice el Señor. Él es el Padre y Pastor de su pueblo que de
muchas maneras nos hace sentir su cuidado y que hoy lo manifiesta de manera
especial al enviar un nuevo obispo, que ha de ser padre, pastor, hermano y
amigo para la Iglesia y comunidad de Iquique, Alto Hospicio, Pozo Almonte,
Camiña, Colchane, Huara, Pica, y cada uno de los pueblos del interior.
Vengo como obispo; como sucesor de los
apóstoles en medio de esta querida Iglesia. Agradezco el recibimiento que
ustedes con tanto cariño y espíritu de fe han preparado, pido a Dios su gracia
y a ustedes su oración para poder cumplir la tarea que el Señor por medio del
Papa Francisco me encomienda.
Vengo a continuar la misión que iniciaron los
primeros obispos que desde tan lejos, desde Arequipa, tenían la misión de
cuidar y acompañar la fe de los hijos de la Iglesia que vivían en estas
tierras. Me corresponde continuar la obra que los obispos chilenos desde Mons.
Labbe hasta don Pablo Lizama han realizado con generosa entrega para consolidar
la fe de los hermanos. Al igual que ellos me gustaría como nos enseña el Papa:
“ser un obispo que sepa estar adelante para indicar el camino y cuidar la
esperanza del pueblo que se me ha confiado, que sepa también estar al medio con cercanía
sencilla y misericordiosa y en otras ocasiones sepa caminar detrás de ustedes
para ayudar a los rezagados y cuidando de que no se vayan por caminos
extraviados.”
Como Padre he de decirles, como nos enseñaba
hoy el profeta Oseas: “Vengan, volvamos al Señor”, sí, porque en muchas
ocasiones con nuestras acciones nos alejamos de la cercanía de Dios, pero
sabemos que Él nos espera con los brazos abiertos: por eso les animo a que
todos con la humildad del publicano del evangelio podamos decir: “Señor, hemos
dejado engañar, de mil maneras hemos escapado de tu amor, pero aquí estamos… Te
necesitamos, acéptanos entre tus brazos redentores”.
Volvamos al Señor, como nos enseña el Papa
Francisco: porque Él nos permite levantar la cabeza y volver a empezar, con una
ternura que nunca desilusiona y que siempre puede devolvernos la alegría.
Hermanos no huyamos de la resurrección de Jesús, nunca nos declaremos muertos,
pase lo que pase en la vida personal o de la Iglesia, que nada pueda más que el
poder de la resurrección que nos lanza hacia adelante. ¨ ¡Nunca nos declaremos
muertos, Volvamos al Señor”.
Ahora bien: no se trata solo de volver, sino
también de permanecer junto al Señor, que nuestro amor no sea sólo un
entusiasmo, o como decía el profeta como “una nube matinal, como el rocío que
pronto se disipa”.
Para evitar esto, debemos “Esforzarnos en
conocer al Señor”, no conozcamos al Señor solo de oídas, no vivamos la fe solo
como una costumbre o piadosa tradición. Los creyentes debemos conocer al Señor
y para eso, profundicemos en el conocimiento de su Palabra, en el encuentro con
el Dios vivo en la Santa Misa, en el compromiso con la Iglesia no sólo en algunos acontecimientos y
festividades sino con una responsabilidad de vida; leamos y estudiemos el
Catecismo, acojamos la invitación a cursos de formación o Retiros. Iquiqueños
les invito a que todos nos esforcemos por conocer más al Señor. No olvidemos lo
que nos enseña Aparecida: “Conocer a
Jesús es el mejor regalo que puede recibir cualquier persona; haberlo
encontrado nosotros es lo mejor que nos puede haber ocurrido en la vida y darlo
a conocer con nuestras palabras y obras ha de ser nuestro gozo.”.
Me corresponde asumir como obispo de Iquique
en este nuevo pentecostés que estamos viviendo en la Iglesia. Todos somos llamados a reencantarnos con la
fe, a ser de verdad discípulos y misioneros. Agradecemos a Dios todo el
liderazgo pastoral del Papa Francisco, que hoy sentimos especialmente cercano
con la presencia de su representante en Chile, el señor Nuncio Apostólico,
Mons. Ivo Scapolo; en su persona señor Nuncio, agradezco al Papa la confianza
que ha tenido para conmigo al encargarme esta querida Iglesia de Iquique. Hoy
estamos como en el Cenáculo. A los señores Cardenales y a cada uno de los
hermanos obispos mi más entrañable gratitud por su presencia, que junto a un
gesto de fraternidad episcopal, es también un gran aliciente a toda la
comunidad cristiana católica de Iquique, a continuar con renovado fervor el
anuncio del evangelio. Quiero destacar de manera especial y manifestar mi
agradecimiento a nombre personal y de toda la Iglesia de Iquique a Mons. Pablo
Lizama Riquelme, hasta hace unos momentos Administrador Apostólico de esta
Comunidad. El, a quien conozco desde hace tantos años; hermano obispo y amigo,
supo con generosa entrega acompañar la vida de esta iglesia, haciendo sentir en
su gente la ternura y cercanía del buen pastor. Iquique no olvidará su sabia
guía pastoral. ¡Gracias Don Pablo y que Dios le bendiga por todo el bien que
hizo a la Iglesia de Iquique!.
Al llegar como obispo de esta Diócesis, mi
saludo a las Autoridades Civiles y
Militares, una vez más agradezco su cálida acogida y les manifiesto mi
deseo de estar cerca de ustedes para trabajar por el bien de toda la Comunidad.
Desde ya comprometo mi oración por la tarea que cada uno realiza.
Dirijo mi mirada ahora a Ustedes hermanos
sacerdotes, primeros colaboradores del Obispo. Gracias por su trabajo y
entrega, les pido tengan para con su obispo una mirada de fe, quiero conocerlos
y estar cerca de cada uno y pedirles que juntos soñemos y trabajemos porque el
Reino de Dios crezca en medio nuestro. A ustedes queridos Diáconos, que junto a
sus esposas y familias dan tan hermoso testimonio de trabajo y apostolado, les
pido caminemos en comunión en la construcción del Reino.
A las queridas Religiosas que con su vida
consagrada y cercanía a la gente hacen sentir la ternura de Dios, les digo,
cuenten conmigo y hagamos que la gente crea en el amor de Dios.
A los Religiosos mi aprecio y gratitud por el
apostolado que realizan y porque van manifestando con su vida la centralidad de
Dios.
A los seminaristas, esperanza de esta Iglesia,
mi saludo y ánimo para seguir con presteza y fidelidad la llamada del Señor.
Iquique espera mucho de ustedes. ¡Católicos iquiqueños, oremos mucho para tener
los sacerdotes que se necesitan para acompañar al pueblo de Dios!.
A los creyentes de los pueblos del interior,
a los hermanos y hermanas Aymaras les digo: junto con ustedes quiero aprender a
contemplar la obra de Dios en la belleza del desierto, en las fértiles quebradas
y en la montaña majestuosa y a saber apreciar la sabiduría que los mayores nos
han legado y que hemos de saber preservar.
A los hermanos de la Pampa les digo: quiero
aprender de sus vidas de esfuerzo y trabajo paciente y sacrificado. A los
pescadores les digo: con ustedes quiero crecer más en la confianza y abandono
en la Divina Providencia, que en el mar de la vida, muchas veces embravecido,
no nos deja. A los hermanos mineros que en la altura nos enseñan a escudriñar
la tierra para sacar sus tesoros les digo: de ustedes quiero aprender a no
descansar en el ir desentrañando las riquezas de la fe y entregar ese tesoro a
los hijos y hermanos que se me confían.
A los hermanos y hermanas que en Iquique y
los pueblos del interior no sólo rezan sino que bailan su fe, a ustedes que con
sus expresiones tan llenas de color y alegría, son un tesoro de la Iglesia; les
animo a sentirse orgullosos de lo que hacen y viven y les digo: de ustedes
quiero aprender a rezar con alegría.
A los ancianos a quienes deseo escuchar y
aprender de sus vidas, a los enfermos a quienes quiero confortar, a los niños y
jóvenes a quienes deseo mostrar a Jesús, a los esposos a los cuales deseo
animar en su noble misión, a los migrantes que tanto pueden entregarnos con su
trabajo y con sus expresiones de fe, a todos les digo, quiero ser un obispo
cercano, un obispo, padre, hermano, amigo y pastor, y esto con los que
participan de la vida de la Iglesia en los diferentes grupos y Movimientos, con
los que están cerca y con los alejados. A todos decirles con fuerza en mi
primer mensaje, con las palabras del Papa Francisco: Querido hijos, queridos
hermanos: “No es lo mismo haber conocido a Jesús que no conocerlo, no es lo
mismo caminar con El que caminar a tientas, no es lo mismo poder escucharlo que
ignorar su Palabra, no es lo mismo poder contemplarlo, adorarlo, descansar en
El, que no poder hacerlo. No es lo mismo tratar de construir el mundo con su
Evangelio que hacerlo sólo con la propia razón” decirles con fuerza: La vida
con Jesús se vuelve mucho más plena y que con Él es más fácil encontrarle
sentido a la vida, por eso hermanos y hermanas: ¡Volvamos al Señor,
esforcémonos en conocerlo y así evangelicemos, llevemos a todos su mensaje de
salvación!.
Iquique es tierra de héroes y de campeones:
que el ejemplo de hombres y mujeres que han hecho grande esta región, nos anime
desde la fe a contribuir a su grandeza; y que el Señor con su gracias haga de
nosotros, héroes de la fe, es decir santos, campeones de la caridad es decir,
Cristianos de verdad.
Dirijo también mi mirada agradecida a quienes
han venido de lejos a acompañarme en este momento de mi vida; a mi querida mamá
y dos de mis hermanas. A quienes me conocieron en la juventud de mi sacerdocio
en las parroquias queridas de Talagante, Curacaví, Melipilla y que han venido
con cariño a acompañarme. A Calama, Iglesia amada con la cual estuve desposado
durante casi once años, Iglesia a la cual procuré servir como obispo y que hoy
se hace presente en alguno de sus sacerdotes, religiosas, y tantos hermanos que
realizaron un cansador viaje, (salieron a las cuatro de la mañana, para llegar
a esta celebración), a todos ellos y a
través de ellos y de las ondas radiales, decirles a todos en Calama: Les he
querido mucho, les llevo en mi corazón, gracias por el cariño que me dieron,
recen por mí y que Dios bendiga a Calama y sus hermosos pueblos del interior.
Al terminar dirijo mi mirada llena de fe y
confianza a María la Madre de Jesús que en su advocación de la Inmaculada es
patrona de este templo Catedral y con su
advocación del Carmen en el Santuario de la Tirana, es la estrella que guía los
pasos de sus hijos, es la Madre que nos cobija, es la misionera que nos muestra
a Jesús. Bajo su mirada y amparo coloco mi vida y ministerio episcopal; bajo su
mirada les coloco a ustedes hermanos y hermanas y que bajo su mirada todos
seamos más de Jesús.
A ella le decimos con fe: “Bendita sea tu
pureza::”
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